Todo tiempo irreversible fue mejor
El mundo posee
ya el sueño de un tiempo cuya conciencia
tiene ahora que poseer para vivirlo realmente.
Guy Bebord. La sociedad del espectáculo.
Guy Bebord. La sociedad del espectáculo.
Por segundo año consecutivo y gracias
a la amabilidad y la generosidad de Ulises
Lorenzo y Flor Rodríguez, volvimos a encontrarnos en su antiguo lagar -hoy
convertido en un precioso e idílico jardín- para compartir con un nutrido grupo
de habitantes y visitantes de Villanueva del Conde, nuestra forma de entender
la lírica que nos rodea. Esa idea, de que la poesía está por todas partes y que
cualquier cosa, emoción o pensamiento, es susceptible de convertirse en materia
de la misma.
Como no podía ser de otra manera cada
vez que nos reunimos Los Irreversibles, dos graciosas
anécdotas, una nada más llegar, y otra antes de irnos, marcaron nuestra visita
a Villanueva –para nosotros ya para siempre convertido en Villanueva del Jose. Luis Somoza y Ángel Armadanzas, ya se encontraban con Ulises y su hijo Lucas en
la terraza del Bar Las Madras de la plaza del pueblo, cuando Bea, Miguel y
Emilio llegaron y aparcaron justo en la cuesta de enfrente. Dentro de la plaza
conocida como El Bote. No habíamos pedido una caña cuando alguien del pueblo
corriendo hacia abajo y gritando dijo. “¡el coche! ¡el coche!” Miramos todos
hacia allá, nos levantamos, y solo pudimos ver cómo el Ibiza de Miguel se
estampaba contra el pilón. “Joder, Miguel; el freno de mano, tío” Dijo alguien.
Nos acercamos enseguida al coche, y respiramos aliviados al ver que solo se le había hundido un poco el faldón derecho, que el pilón de granito estaba intacto y que la media docena de niños que estaban jugando por los alrededores habían salido corriendo de allí y no los vimos más. Señal de que la suerte nos acompañaba. Aunque el agorero de Luis soltara una de sus frasecitas del tipo: “esto es una mala señal” “Venga hombre…” Le respondió alguien. Afortunadamente pasamos del susto inicial a las risas muy rápido…
Nos acercamos enseguida al coche, y respiramos aliviados al ver que solo se le había hundido un poco el faldón derecho, que el pilón de granito estaba intacto y que la media docena de niños que estaban jugando por los alrededores habían salido corriendo de allí y no los vimos más. Señal de que la suerte nos acompañaba. Aunque el agorero de Luis soltara una de sus frasecitas del tipo: “esto es una mala señal” “Venga hombre…” Le respondió alguien. Afortunadamente pasamos del susto inicial a las risas muy rápido…
Para
abreviar; Luis, Ángel y Emilio se alojaron en una de las casas de Ulises y Flor (www.casasenbatuecas.com), cerca de la
plaza de la Iglesia, y Bea y Miguel con Jose en la suya, al lado del Lagar. Después
de instalarnos nos dimos un bañito en la piscina de la casa rural, cenamos
algo, de nuevo por cortesía de nuestros anfitriones, y nos preparamos para la
presentación de Irreversibles-Poética colectiva. A eso de las 11 ya estábamos
todos a punto y El Lagar, también conocido como La Prensa –una antigua prensa
de aceite que aún conserva una muela cónica de considerable tamaño- presentaba
un lleno casi total y alguna caras conocidas; como la del propio padre de Jose,
el señor Sebastián, a los mandos de su video-cámara analógica, y el editor Ricardo Novelnobel (www.novelnobel.com/wordpress/) y
su hijo en primera fila.
La crónica de la secuencia es crónica
La base natural del tiempo,
el cálculo sensible del transcurso del tiempo,
se vuelve humano y social al
existir para el hombre.
Guy Bebord. La sociedad del espectáculo.
Guy Bebord. La sociedad del espectáculo.
La noche era cálida y serena; como un
regalo del verano, rebosante de aromas y entusiasmo, dado que nos encontrábamos
en plena sierra salmantina a mediados de agosto -entre Sequeros y Miranda del
Castañar; que para quien nunca haya estado por allí, decir que no era necesaria
ni una chaquetilla ni una manga larga: solo la avidez de todos los sentidos
para los que la naturaleza brindaba en nombre de nuestra conciencia.
Emilio Papel fue el encargado de saludar y dar
las gracias a los asistentes. Explicó brevemente en qué consiste el proyecto Irreversibles, y el porqué de hacerlo
de manera colectiva. Y en seguida, se centró en recitar la parte que le
correspondía, denominada “Hijas de un mismo clon” Un alegato en voz poética
femenina, feminista y militante que no escatima imágenes para reclamar la
libertad del cuerpo y de la conciencia:
"sabed que
mi cuerpo
que es mi iglesia
y mi farmacia
tiene dos puertas
además lo rodea un campo magnético
que repele cada nombre que ponéis a mis tetas
y de noche es como si a mi plaza
por culpa de Aristóteles
se hubiera venido a vivir Platón…”
La respuesta del público fue cálida e intensa. Pero una vez abierta la caja de los truenos, o encendida la máquina de los sueños, no sé… tomó la palabra Jose Payán, nuestro anfitrión, con su natural parsimonia. Aclaró que era posible que algunos reconocieran parte de la realidad, de referencias al pueblo, en su discurso; una especie de anti-monólogo interior, como algunas veces he oído denominarlo, y que lleva por título Funky. Y del que nosotros mismos, y quizá el propio Jose también, no llegamos a saber del todo cuando Jose es Funky (pronunciado tal y como se lee en castellano, funky) o cuando Funky es Jose.
“Tienes el vaso cerca de la mesa, tiene escrito funky por la cara A y por la otra cara never walk alone4, por la cara B queda solo el asa, si una taza puede tener tres caras y no es un triángulo pero tampoco es una vaso entonces qué es? No lo sé, puede que un cartel, puede que esto que escribo ahora lo escriba porque tengo tiempo”
Pero no puedo continuar este relato sin mencionar que José Payán es protagonista íntegro del suplemento número 4 de la revista Pangea (Verde).
Revista de Creación Literaria PANGEA
Una formidable revista de creación literaria ideada, creada y editada por Miguel Valdelagua y Carlos Álvarez que siempre sorprende por la calidad de los seleccionados.
Se despachó a gusto con los dos párrafos iniciales completos,
y si bien es cierto que Villanueva es su pueblo, que juega en casa y todo el
mundo le conoce, tampoco es menos cierto que el público le brindó una cerrada
ovación al finalizar.
"sabed que
mi cuerpo
que es mi iglesia
y mi farmacia
tiene dos puertas
además lo rodea un campo magnético
que repele cada nombre que ponéis a mis tetas
y de noche es como si a mi plaza
por culpa de Aristóteles
se hubiera venido a vivir Platón…”
La respuesta del público fue cálida e intensa. Pero una vez abierta la caja de los truenos, o encendida la máquina de los sueños, no sé… tomó la palabra Jose Payán, nuestro anfitrión, con su natural parsimonia. Aclaró que era posible que algunos reconocieran parte de la realidad, de referencias al pueblo, en su discurso; una especie de anti-monólogo interior, como algunas veces he oído denominarlo, y que lleva por título Funky. Y del que nosotros mismos, y quizá el propio Jose también, no llegamos a saber del todo cuando Jose es Funky (pronunciado tal y como se lee en castellano, funky) o cuando Funky es Jose.
“Tienes el vaso cerca de la mesa, tiene escrito funky por la cara A y por la otra cara never walk alone4, por la cara B queda solo el asa, si una taza puede tener tres caras y no es un triángulo pero tampoco es una vaso entonces qué es? No lo sé, puede que un cartel, puede que esto que escribo ahora lo escriba porque tengo tiempo”
Pero no puedo continuar este relato sin mencionar que José Payán es protagonista íntegro del suplemento número 4 de la revista Pangea (Verde).
Revista de Creación Literaria PANGEA
Una formidable revista de creación literaria ideada, creada y editada por Miguel Valdelagua y Carlos Álvarez que siempre sorprende por la calidad de los seleccionados.
Esa noche contábamos con dos
magníficos colaboradores para amenizar con música la velada. El primero de
ellos, Lucas Lorenzo, hijo de
Ulises, guitarrista y compositor de 17 años, era la primera vez que se
enfrentaba a tal cantidad de público. Pero al momento los nervios dieron paso a
su canción “Mi mala suerte” de su
nuevo disco, que verá la luz el próximo septiembre con el título de Astenia. Ni que decir tiene que todos
aplaudimos con emoción…
El siguiente en agarrarse al micro fue Miguel Valdelagua, para explicar a unos y recordar a otros, que los adolescentes de hoy, viven en un mundo en torno al centro de enseñanza, o sea, El Insti, sustancialmente fragmentado. Que apenas son capaces de acabar una frase… Como si todo en sus vidas formara parte de una representación en que las escenas se suceden inconexas y por separado; y los sentimientos y los cuerpos percibidos a cachos, son una porción de su propio decorado… Como si lo más deshumanizado del discurso postmoderno se hubiera hecho con su ethos con su logos y su pathos para crear con todos ellos un helado; de tutti-culti o multi-frutti, vete tú a saber… Y que el propio Miguel, no sin cierta inocencia, llama Caramelo Cowboy:
“Mis caderas se comen
la suavidad de tus gafas de pasta
mientras
me contoneo
piensas en cómo endulzar el cruasán
ya
no hay tiempo
para tus devaneos
te tengo
me aburres”
Hasta aquí, todo más que bien… La intensidad de los aplausos iba in crescendo, como si una ola fuera preparando otra mayor y así sucesivamente.
Era el turno de Luis Somoza. Caracterizado por la cadencia de su voz y la concatenación
de imágenes sacadas a medias de la ciencia ficción del día a día en una oficina
y de las pesadillas generadas durante la vigilia. Versos interminables que se
te agarran a la conciencia y no te sueltan hasta que llegas a casa. A la
protección de los azulejos y las alfombras. Grande y largo como él, en el mejor de los sentidos, interpretó
para los asistentes su “No había nada de
amor” Un extenso poema de drama ficción incluido en Irreversibles, que recita de memoria sobre un fondo
musical del grupo canadiense God speech
you black emperor. La constatación de que el fin del mundo y el fin del
amor están confeccionados con la misma épica y en el fondo son el mismo
cataclismo.
No había nada de amor
No había nada de amor
Así que después del tsunami que
arrasó El Lagar al término de la intervención de Luis, lo ideal era entonces acompañarse de un gran amigo y cantautor que relamiera las heridas de los
asistentes. Las cerradas hace tiempo y las que quedan abiertas. Entonces nadie mejor
que Ángel Armadanzas, con su versión de Leonardo García, “Bailando en la telaraña” para descansar y dejarnos mecer por su
melodía.
“Pasa la gente del brazo de la situación
os árboles se ríen de los caprichos del tiempo
este y oeste se funden en contradicción…”
“Pasa la gente del brazo de la situación
os árboles se ríen de los caprichos del tiempo
este y oeste se funden en contradicción…”
Y hasta aquí lo que llaman la primera
ronda. Que en todo caso debe referirse a Irreversibles, Poética Colectiva. Después de los merecidos aplausos, empezaron la segunda vuelta libre… o si se prefiere, aquello que cada uno de ellos aporta, más allá del proyecto común.
Emilio Papel volvió a la carga haciendo una breve
presentación y reseña de su conocido Minibuk titulado Casi Amor -y que Jose, se había
encargado un par de semanas antes de pegar los correspondientes Poemas-Anuncio en forma de carteles, por el pueblo. Creando cierta expectativa. Lo que en ese caso constituye en sí otra obra: la
de SPS. (Sociedad Psicogeográfica de
Salamanca) conocida como Textualizaciones
(o la acción a través de los textos).
SPS. Textualizaciones. Cartel DA2
SPS. Textualizaciones en Salamanca
Leyó dos de ellos: “BUSCO” Y “TRASPASO”. Poemas que siempre calan por la capacidad de identificación que poseen.
SPS. Textualizaciones. Cartel DA2
SPS. Textualizaciones en Salamanca
Leyó dos de ellos: “BUSCO” Y “TRASPASO”. Poemas que siempre calan por la capacidad de identificación que poseen.
Después de eso y por petición popular
pasó a recitar otro de sus hits: “Uno de
mil argonautas” Un sublimado canto a la vida y al amor, inspirado en los
viajes a través del tiempo en pos de los arrecifes de coral: auténticos generadores y motores de la existencia.
Y por último, nos
dejó sin aliento con el poema “Adán y Ella”
Una secuencia de cincuenta versos en imperativos hexasílabos, heptasílabos y
octosílabos pertenecientes a su último poemario “De la carne la piel”, que arrancan con cierta sensualidad, para
arrastrarnos con un ritmo implacable hasta un intenso clímax final:
“ama en silencio
salta de la cama
y besa por los dos
suéltate el celo
cabalga sin monturas
y acaríciame por dentro
asómate a mi vida
entra de una vez
dirígete al verano
agárrate al timón
resbalate por él
y dime ¿con qué sueñas?
con medias naranjas
con dobles manzanas
con bananas morenas
sécame esa duda
o construyete un deseo
pero déjame monta
hazlo por nosotros
hazlo por nosotros
hazlo por nosotros
enfundate ese látex
espósame contigo
fustiga la verdad
ama por la espalda
mírame a la cara
empuja hacia atrás
carga la seis balas
apunta bien al ansia
acribillala sin más
métete todos mis machos
sácate todas tus hembras
ponlos juntos a sudar
menea esas tormentas
frótalas contra mi
credo
grítalo a los cuatro tiempos
viva la saliva
viva la saliva
viva la
saliva…
visualiza un dejavú
gira en torno a ti
entrégame tu boca
y cómete
mis horas
bébete mis fiestas
di siempre que sí
siempre que sí
siempre que
sí
hazlo por nosotros
hazlo por nosotros
ama… por nosotros”
La mano otra vez era de Jose Payán; y
fiel a sí mismo y sin el acorchamiento lógico del recital del año pasado, nos
leyó “Tanzania”, un cuento para
niños pero sin niños. Y acto seguido, volvió a reseñar que un día habitó dentro
de un hexaedro del color de la mente; y que volvió para contarlo.
“Salí un día de mi cubo azul, pasee por calles tan estrechas que se tocaban los tejados. […] Vendí mi casa para dar la vuelta al mundo hasta el fin del mundo. […] Soñé que por fin desaparecía. […]
Apagué las
luces de la ciudad. […] Regalé mi alma a uno que tenía dos, luego me enteré que
buscaba almas perdidas. […] Le quité las alas a todas las moscas sin pareja.
Por fin barrí la plaza Mayor. […]
Volví al centro comercial, volví al mundo
real, añoré la rutina de los demás...
Liberé a una mariposa de su jaula de grillos.
Hablé con mi madre.
Me fui a dormir con la doncella de acero.
No se puede hacer daño al agua, no la puedes golpear. Puse la tele y había muertos y risas”.
“Salí un día de mi cubo azul” es por derecho propio y allí donde lo lea, el velo que cada uno de nosotros pone sobre la frontera entre lo que queremos ser y en lo que podemos llegar a convertirnos. Un velo hecho en parte de vértigo y en parte de incertidumbre. Un velo que separa lo posible de la locura. Otro gran Hit para Josele. Continuó con “Puertas” y “Perdidos” Dos textos que transitan por su imaginario particular. Un imaginario construido a base de percepciones cotidianas y el ensimismamiento del que se sabe de alguna manera en el margen del mundo, entre las visiones de Aldous Houxley a las puertas del reino maldito de Tom Waits, y la fascinación que destila una voz de heroína de las heroínas como la de Nico y la rabia inspiradora que te inocula cualquier canción de La Polla Records. Además Jose está convencido de que más de un ángel revolotea por aquí. Lo que no sabemos es si nos vigila, nos protege, o por el contrario debemos liquidarlos.
“Hagamos
un trío con la noche
Invoquemos
a espíritus adictos a la coca
Tú
y tu mismo sexo abriendo mi garganta
despertando mis gargajos
Te
encontraste a ti misma y tuviste que matarte
No
pudiste soportar ser la mala de las dos
Nos
hicimos el muerto en la cama y en el sofá
Tu
piso estaba sucio para que me diera cuenta
Esperamos un platillo volante que se estrellara contra
nueva york
Quisimos
eliminarlo juntos
Y que
besaste
Jugamos
juntos al juego de la telepatía
Me
arrinconaste en una esquina y caminaste desnuda
hacia mi
Nunca
quisiste tocarme
Nunca
quise tocarte
Hicimos
un pacto
Trituramos
nuestros dientes de leche en una sopa
Preparamos
una trampa para animales salvajes
Me
susurraste al oído el nombre de tu padre fallecido
Te
quise prender fuego
Nos
hicimos los tartamudos
Hablamos
sin mirarnos de cosas sin sentido
Me
repetiste al oído el nombre de tu padre muerto
Sacrificaste
una araña en nombre de mis testículos
Oui
Je
suis la femme terrible
Qui
te tosserá pour le temp inconnu.
Tu
ne sais pas ce que je sais
La
heur quand tu serás morte
Dans ma lit
Et je vais regardé
Et
je ne pouvrai pas achetter de rire
Je vais rire de tes yeux tous fermées
De
ton lien nué
De
tes libres
Et
de ton corp
De
ta sourire
De
tes lunettes
Que
jai cassé parce que je les hais
Je
vais rire
De ton petit peur de la mort”
De ton petit peur de la mort”
A veces resulta increíble constatar cómo la gente
entiende francés sin haberlo estudiado; solo dependiendo de la atmósfera en la
que se escuche y de la pronunciación, claro. Que en el caso de Miguel fue bastante
correcta. Pero, en mi opinión, esa circunstancia se dio más por el espíritu de
aquellos que poseían a Miguel, incluido el vino, que por el supuesto parecido
de las dos lenguas.
Ya
tenía a todo el mundo en el bolsillo, así que muy seguro de sí, continuó con “La
esquizofrenia es un objeto a utilizar” Texto esquizoide donde los haya.
Pero si la esquizofrenia es la demencia, el delirio, la alucinación, pero sobre
todo la mente escindida, separada en dos de manera irreconciliable, aquí se nos
presenta también en dos partes como si de dos bucles correlativos se tratara. Y
más allá de las referencias claras, en el primero a los objetos en sí, y en el segundo a
lugares y personajes, es el ritmo y la iteración lo que hacen de este poema
digno de su inclusión en un estudio psiquiátrico. Al menos por el desasosiego
que produce.
I
la esquizofrenia es un objeto a utilizar
la esquizofrenia debe ser un objeto a utilizar
la esquizofrenia debe ser 1 de los objetos a utilizar
la esquizofrenia debe ser uno de los objetos
la esquizofrenia nunca pasará la gran final
la gran final será qué jaja sí tú, qué, no quieres jugar?
la esquizofrenia de los objetos que tomamos del
universo que
tomamos de un poco más lejos allí donde
las nubes cantan de alguna forma
la esquizofrenia de los objetos a utilizar
la esquizofrenia del objeto
la esquizofrenia de algo que quiera decir algo de lo que ya se
había hablado pero no había quedado del todo claro
la esquizofrenia de lo claro
la esquizofrenia de los objetos claros
la esquizofrenia como un objeto a utilizar
la esquizofrenia como un objeto a ser usado
la esquizofrenia como uno de los muchos objetos que podemos
encontrarnos por ahí tirados
la esquizofrenia como el objeto que nadie mira
la esquizofrenia como la forma del objeto a utilizar
la esquizofrenia como objeto
a utilizar
II
la esquizofrenia pulula por el aire como un objeto que mira
la esquizofrenia del objeto que amasamos en la cornisa de los
edificios
la esquizofrenia de las azoteas
la esquizofrenia como un objeto que viaja
la esquizofrenia del objeto que viaja
la esquizofrenia de los objetos en el amanecer
la esquizofrenia de los objetos en una terraza
la esquizofrenia de un ático en Madrid
la esquizofrenia del cigarrillo en un balcón de Madrid
la esquizofrenia de la movida madrileña
la esquizofrenia del objeto que viaja de Madrid a Astorga
la esquizofrenia del atardecer
la esquizofrenia de un atardecer en Astorga
la esquizofrenia de los objetos en una casa de castillo de las
piedras
la esquizofrenia en la Astorga de los Panero
la esquizofrenia en uno de los panero como objeto
la esquizofrenia del objeto Michi Panero que viaja
la esquizofrenia del desmayo de Michi Panero
la esquizofrenia del alcoholismo en una terraza en Astorga
la esquizofrenia del alcohol como objeto
la esquizofrenia de la muerte de Michi Panero
la esquizofrenia del recuerdo de la muerte de Michi Panero
etc.
Después
de esta larga descarga, y no contento con la inquietud que estaba produciendo
en los asistentes, se lanzó como no lo habíamos visto ni oído nunca a una desconcertante
improvisación, en la que no dejó de asimilar su particular martilleo sobre la
esquizofrenia, con cualquier acontecimiento relacionado con nuestra visita a
Villanueva del Conde. Por ejemplo con la esquizofrenia del coche contra la fuente, con la esquizofrenia
de una piscina de una casa rural, con la esquizofrenia propia el lagar, con la esquizofrenia
de Emilio Papel frente a un arrecife de coral, y así casi ad infinitum… A alguno
todavía le resuena el eco de tanta locura que pensamos que no iba a parar…
A falta de un solo término para
definir a Luis Somoza, tanto en lo
literario como en lo personal -en su caso indisociable- habrá que inventarlo.
Pero seguro que mientras tanto, una parte de uno quiere estar en el otro mientras el otro ya ha vuelto sobre sus pasos ahora y siempre, de aquí al infinito. O sea el tipo ubicuántico o cuantibicuo que
no se puede estar quieto en ningún sitio. La lima que se come la termita. El contracaos. La sinorganización. El infraorden.
Pero esta vez, y en contra de lo que
se podía esperar, nos sorprendió con una de sus textos más breves y sosegados.
Uno de los muchos sin título y que comienza
“Hoy es bueno no hacer nada/ podría ser incluso mejor
Pero sé que todavía alguien/ me espera detrás de esta puerta
[…]
Quizá mañana llegue nuestra oportunidad, no lo sé,
Pero hoy es de esos días en los que estoy en paz
con mi sistema nervioso central
Me siento bien en mis pies. Hermano
Soy como un dios patentado
en mi propio estado de ánimo,
con mi propia fuerza de la gravedad”
Por una vez, parecía haberse reconciliado con el cosmos. Sin lucha, ni conquista. Sin ansiedad ni insomnio.
“Hoy es bueno no hacer nada/ podría ser incluso mejor
Pero sé que todavía alguien/ me espera detrás de esta puerta
[…]
Quizá mañana llegue nuestra oportunidad, no lo sé,
Pero hoy es de esos días en los que estoy en paz
con mi sistema nervioso central
Me siento bien en mis pies. Hermano
Soy como un dios patentado
en mi propio estado de ánimo,
con mi propia fuerza de la gravedad”
Por una vez, parecía haberse reconciliado con el cosmos. Sin lucha, ni conquista. Sin ansiedad ni insomnio.
Hasta aquí y en su conjunto, se puede
resumir como una velada agradable con momentos de distensión con algunas bromas, y otros de intimidad y emoción, ante la profundidad de algunas construcciones y otros lugares poéticos
muy conseguidos.
Pero estaba muy entrada la noche y el
público se había reducido a la mitad; aunque el que permanecía se mantuvo en
sus sitios con un silencio inmutable, apenas matizado por algunos gestos de
asombro y satisfacción. Más fiel a los poetas que ellos mismos a sí mismos, si
se me permite decirlo así. Por allí estuvieron un rato más mientras recogían y
firmaban algunos ejemplares… Hasta el momento en que Emilio fue a la casa para
recoger su cartera y tomar un gin tonic en la plaza del Bote con el resto del
grupo y regresó diciendo que no la encontraba.
Toda anécdota es irreversible
El proyecto de una […] vida histórica
generalizada, es el proyecto de la descomposición
de la medida social del tiempo en
beneficio de un modelo lúdico de tiempo irreversible.
Guy Bebord. La sociedad del espectáculo.
La cosa fue así. Emilio dijo haber
dejado su cartera junto con las gafas de sol, sobre la cama, porque durante la
cena y la presentación del libro no iba
a necesitarla. Que al volver ya no estaba. Que había mirado por todas
partes, incluso en el baño, debajo de la cama y en el vestíbulo de la casa,
infructuosamente. Que tenía la conciencia clarísima y la absoluta seguridad de
que así era. Ya estábamos todos –Ulises, Flor, Ricardo, Ángel, Luis, Miguel,
Bea, Jose, Emilio y yo- en una de las terrazas de la Plaza del Bote, junto al
frontón, y de momento no había aparecido ni la cartera ni la preocupación.
Ulises se acercó a la piscina y estuvo mirando por el comedor al aire libre
donde cenamos y no vio nada. Tomamos nuestro gin tonic, charlamos un rato y nos
recogimos.
Algunos nos quedamos en casa contando historias de misterio. Incluso paranormales. Se nos ocurrió quedar en otra ocasión para inventarnos algo partiendo de leyendas locales. Quede claro que la somos personas escépticas, menos algún que otro supersticioso.
Nos fuimos a la cama sin rastro de la cartera. A la mañana siguiente volvimos al bar Las Madras donde ya estaban Ricardo y su hijo. Preguntamos pero tampoco habían visto nada. Emilio pasó un par de veces por el recorrido que había hecho la tarde-noche anterior -antes de bañarse, después, antes de la cena y después, con su vaquero en la mano, por si se había caído del bolsillo, si es que la llevaba- por la calle que lleva de la casa a la piscina y a La Prensa -El Lagar- Preguntó a un vecino que estaba pintando la ventana de su casa, por si había visto algo, y nada. Volvió con nosotros a la terraza del bar. Luis empezó a decir que desactivara las tarjetas de crédito. Que desde el golpe del coche de Miguel contra el pilón todo le había parecido una mala señal. Y eso que llevábamos casi un día hablado de historias inexplicables y Emilio se empeñaba en contradecirles sosteniendo que la superstición en una cuestión meramente cultural. Que si sabían algo de lo que para un chino o un ruso les parece que trae mala suerte. O sea nada de pararse debajo del umbral de una puerta, de regalar bufandas, relojes o cuchillos; encontrarse por la calle con alguien portando un cubo vacío puede ser fatal, o mirarse de nuevo en el espejo si has tenido que regresar. Eso en cuanto a los malos augurios... igualitos al dichoso gato negro y la maldita escalera... jeje...
“Ni idea de lo que cuentas pero.... Yo que tú, bloquearía las tarjetas. Yo que tú, bloquearía las tarjetas…” repitió Luis unas cuantas veces… “Mira” dijo Emilio. “Mi banco dispone de un doble sistema de seguridad, que además necesita de un código que recibo en el móvil para autorizar cualquier operación, además de que puedo desacreditar a posteriori cualquier movimiento que no haya hecho yo mismo. Pero voy a anular las tarjetas. Lo único que me está retrasando es el trastorno que me va a ocasionar la semana próxima, el solicitar unas nuevas y hacer un DNI nuevo, ya sabes…” a lo que Luis replicó, que si llegaban a manos de un hacker experto, vete tú a saber que delitos podría llegar a cometer con ellas… “Sí claro; un hacker en Villanueva del Jose… lo mismo compra un misil intercontinental con cabeza nuclear… Pero vale; lo haré” Anuladas las tarjetas Emilio volvió a la mesa. Creo que maldijo un par de veces. Reiteró que estaba seguro que la cartera no había salido del pueblo, y en el cenit de su desesperación, pidió silencio, y leyó lo siguiente en su móvil:
“San Antonio, perfecto imitador de Jesús, que recibiste de Dios el poder especial de restaurar las cosas perdidas, concédeme que pueda encontrar mi cartera. Por lo menos restáurame la paz y la tranquilidad de la mente, que me ha afectado mucho más que la pérdida material. Además de este favor te pido otro que siempre quede yo en posesión de este bien que es Dios. Permíteme perder cualquier cosa menos a Dios, mi bien supremo. No me dejes sufrir nunca la pérdida de mi mayor tesoro, la vida eterna con Dios”
Todos nos quedamos francamente sorprendidos, viniendo de alguien que pensamos que es totalmente ateo. Aquello fue como el acto final que cerraba nuestra visita a Villanueva. Nos levantamos de la terraza y empezaron las despedidas. Y he aquí que como se sabe, todo tiempo es un ciclo, que todo ciclo es irreversible pero vuelve al comienzo, que toda anécdota es un principio, y que todo principio es el fin y el origen de todo nuevo acontecimiento. Por eso, y porque tenemos antecedentes, y los antecedentes crean jurisprudencia, justo cuando volvían para despedirse desde el interior de su coche Bea y Miguel, se acercó Miguel a la ventanilla y dijo “¡Eh! ¡La cartera macho! ¡Mira estaba aquí! No ha salido del coche en ningún momento…” Y de fondo se escuchó la voz de Luis que decía… “Te lo dije… te lo dije… que miraras en el coche de Miguel…”
De Miguel Ángel de la Guarda, que dicen algunos.
[Salud para todos nuestros camaradas,
y hasta la próxima]
Algunos nos quedamos en casa contando historias de misterio. Incluso paranormales. Se nos ocurrió quedar en otra ocasión para inventarnos algo partiendo de leyendas locales. Quede claro que la somos personas escépticas, menos algún que otro supersticioso.
Nos fuimos a la cama sin rastro de la cartera. A la mañana siguiente volvimos al bar Las Madras donde ya estaban Ricardo y su hijo. Preguntamos pero tampoco habían visto nada. Emilio pasó un par de veces por el recorrido que había hecho la tarde-noche anterior -antes de bañarse, después, antes de la cena y después, con su vaquero en la mano, por si se había caído del bolsillo, si es que la llevaba- por la calle que lleva de la casa a la piscina y a La Prensa -El Lagar- Preguntó a un vecino que estaba pintando la ventana de su casa, por si había visto algo, y nada. Volvió con nosotros a la terraza del bar. Luis empezó a decir que desactivara las tarjetas de crédito. Que desde el golpe del coche de Miguel contra el pilón todo le había parecido una mala señal. Y eso que llevábamos casi un día hablado de historias inexplicables y Emilio se empeñaba en contradecirles sosteniendo que la superstición en una cuestión meramente cultural. Que si sabían algo de lo que para un chino o un ruso les parece que trae mala suerte. O sea nada de pararse debajo del umbral de una puerta, de regalar bufandas, relojes o cuchillos; encontrarse por la calle con alguien portando un cubo vacío puede ser fatal, o mirarse de nuevo en el espejo si has tenido que regresar. Eso en cuanto a los malos augurios... igualitos al dichoso gato negro y la maldita escalera... jeje...
“Ni idea de lo que cuentas pero.... Yo que tú, bloquearía las tarjetas. Yo que tú, bloquearía las tarjetas…” repitió Luis unas cuantas veces… “Mira” dijo Emilio. “Mi banco dispone de un doble sistema de seguridad, que además necesita de un código que recibo en el móvil para autorizar cualquier operación, además de que puedo desacreditar a posteriori cualquier movimiento que no haya hecho yo mismo. Pero voy a anular las tarjetas. Lo único que me está retrasando es el trastorno que me va a ocasionar la semana próxima, el solicitar unas nuevas y hacer un DNI nuevo, ya sabes…” a lo que Luis replicó, que si llegaban a manos de un hacker experto, vete tú a saber que delitos podría llegar a cometer con ellas… “Sí claro; un hacker en Villanueva del Jose… lo mismo compra un misil intercontinental con cabeza nuclear… Pero vale; lo haré” Anuladas las tarjetas Emilio volvió a la mesa. Creo que maldijo un par de veces. Reiteró que estaba seguro que la cartera no había salido del pueblo, y en el cenit de su desesperación, pidió silencio, y leyó lo siguiente en su móvil:
“San Antonio, perfecto imitador de Jesús, que recibiste de Dios el poder especial de restaurar las cosas perdidas, concédeme que pueda encontrar mi cartera. Por lo menos restáurame la paz y la tranquilidad de la mente, que me ha afectado mucho más que la pérdida material. Además de este favor te pido otro que siempre quede yo en posesión de este bien que es Dios. Permíteme perder cualquier cosa menos a Dios, mi bien supremo. No me dejes sufrir nunca la pérdida de mi mayor tesoro, la vida eterna con Dios”
Todos nos quedamos francamente sorprendidos, viniendo de alguien que pensamos que es totalmente ateo. Aquello fue como el acto final que cerraba nuestra visita a Villanueva. Nos levantamos de la terraza y empezaron las despedidas. Y he aquí que como se sabe, todo tiempo es un ciclo, que todo ciclo es irreversible pero vuelve al comienzo, que toda anécdota es un principio, y que todo principio es el fin y el origen de todo nuevo acontecimiento. Por eso, y porque tenemos antecedentes, y los antecedentes crean jurisprudencia, justo cuando volvían para despedirse desde el interior de su coche Bea y Miguel, se acercó Miguel a la ventanilla y dijo “¡Eh! ¡La cartera macho! ¡Mira estaba aquí! No ha salido del coche en ningún momento…” Y de fondo se escuchó la voz de Luis que decía… “Te lo dije… te lo dije… que miraras en el coche de Miguel…”
De Miguel Ángel de la Guarda, que dicen algunos.
[Salud para todos nuestros camaradas,
y hasta la próxima]
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