III
había ceniza en nuestras ropas
pero nunca quisimos aprovecharnos de la llama para extender profecías
como llanuras que se repliegan y acechan sin la paradoja del objeto
nuevas formas de mentira
sin sal en la tierra ni miradas que transcriban
nuestras
intenciones parecían claras
no así el encuentro con las hojas que robamos a
la intemperie
que nos envuelven una y otra vez
y son la misma mortaja
cientos de criaturas eran ya las que poblaban el desierto cuarteado
sin sed en las pupilas y los humores secos de dentro
“no hay obelisco en el centro de la tierra”
“no hay montaña que escupa salmos al agua”
así se formaron las aguas de la tierra
el viento de la tierra
los animales que reptan sobre su vientre
y las estatuas
sin mano que esculpa
ni centro de granito que devuelva el eco desde dentro